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La Mariposa del Corazón

Un cuento sobre mariposas y corazones

Dicen que cada niño y cada niña nace con una mariposa dormida en el corazón.
No se ve. No se escucha.
Pero late.

Los adultos también la tuvieron alguna vez. Algunos aún la conservan. Otros la olvidaron entre relojes, trabajos y silencios sin explicación.

La mariposa del corazón no se despierta sola. Necesita calor, mirada y una historia dicha en voz baja.
Por eso, cuando una mamá se sienta en el borde de la cama, o un papá apaga el teléfono y se tumba junto al hijo, algo invisible empieza a suceder.

“Érase una vez…”
—Y entonces—
la mariposa tiembla.

Cada cuento es una llave. Algunos abren el miedo y lo convierten en valentía. Otros abren la risa y la dejan correr como agua. Hay cuentos que sanan sin decir la palabra herida, cuentos que acompañan sin resolver, cuentos que esperan junto al niño lo que el mundo aún no entiende.

La mariposa se estira cuando escucha esas historias.
Sus alas se llenan de colores cuando alguien le cuenta a un niño que puede ser pez, nube, árbol o gigante.
Y vuela un poco más alto cuando un adulto deja de tener prisa.

Hay noches en que el cuento no quiere terminar. El niño pide uno más.
El adulto duda, está cansado, pero entonces recuerda:
“no estoy solo leyendo un cuento…
estoy sosteniendo un corazón”.

Y esa noche, mientras el niño duerme, la mariposa se posa también sobre el pecho del adulto.
Porque a veces, al contar un cuento, también se despierta la mariposa que habíamos olvidado.